J. ESTEVE |
No se que decir de este cuadro, se que el Sr. Pepe lo hizo de una fotografía pero no puedo saber que sitio es, lo único es que es un cuadro precioso, siempre digo que se superó día a día y está demostrado. Yo no se pintar y me imagino que quien tiene ese arte puede que saque algún defecto pero para mi no los hay y además sabiendo que empezó a edad avanzada y estando operado de cataratas que llegara tan alto para mi es un orgullo.
Al mirar este cuadro se me viene a la mente aquellos días en los que mi familia me envió a una residencia que había por entonces en Benicasim, (Castellón), en medio de la montaña, allí estábamos perdidas de la mano de Dios, más o menos era como hacer la mili pero con solo dos meses. Recuerdo aquellos días como algunos de los peores, tenía 12 años y era por el mes de noviembre, el paisaje era muy bonito y desde la residencia se veía la playa pero era lo único, allí estábamos encerradas, íbamos a clase, jugábamos, después de comer la siesta, luego rezábamos el rosario y a jugar un rato más antes de la cena. Nos levantaban a las 8 de la mañana y aunque no os lo creáis nos duchábamos con agua fría, el desayuno era un aguachirris de café con pan, que el domingo lo comíamos blando pero al terminar la semana era una piedra. Solo salíamos algunas tardes al monasterio y los sábados por la mañana íbamos a oír misa algunas veces, otras venía el Padre a la capilla que había en la residencia. Cuando íbamos al Monasterio el paseo era precioso y había un trecho que se parecía a este cuadro, qué recuerdos, si no hubiera sido porque estábamos tan reprimidas hubiera sido bonito porque estar allí era paz y tranquilidad pero las cuidadoras eran de la sección femenina y os podéis hacer una idea de cómo nos trataban, aún así me quedaron algunos momentos bonitos con mis amigas porque allí sí que hacías amistad de verdad, no nos quedaba otra. También recuerdo que allí cumplí los 12 años y lo pasé bastante mal, alejada de mis padres y hermanos, me eché a llorar y una de las señoritas, Basi se llamaba, al verme así me mandó castigada al porche, no lo entendía, ¿por qué? Necesitaba a mi familia los añoraba y me apetecía que me dieran ese beso y ese abrazo. Mi único regalo aparte del castigo fue que en la merienda nos daban pan con chocolate cuando alguien cumplía años, los demás días de merienda era un vaso de leche. Se quedan muchas vivencias en esta residencia atrapadas en mi cabeza y que son para mí, pero al ver este cuadro he tenido la necesidad de sacar parte de este recuerdo que está en el Ayer.